viernes, 22 de agosto de 2014

Un cuarto componente indeseado

paseo en las afueras del pueblo de Tripiti, Milos, 2014


"Mon premier voyage en Grèce eut lieu en 1947. Ma dernière image: une île de la Mer Egée, sans arbres, avec un unique village et un paysage dénudé où misère et beauté s'allient comme deux versants d'une même colline. Misère et beauté. Alliance des contraires, comme cette phrase d'Héraclite que les paysages des Cyclades ne cessent d'épeler en leur lumière: -L'harmonie suprême est coïncidence des contraires. Tout se fait, tout se défait par la discorde-" 

L’Été grec, Jacques Lacarriere




También regreso del egeo, y allá me pregunté una vez más qué es lo que vemos en él,  que es lo que creemos que esconde (a Dios según Elytis), o en su defecto, donde lo buscamos. Esta vez partí con el libro arriba citado, una navaja pintada, afilada, inolvidable. Algo así como El corazón de Ulises de Javier Reverte pero escrito unas cuantas décadas antes, cuando el egeo y sus alrededores eran como nos gustaría encontrarlos. O eso parece. Sus observaciones del Monte Athos no tienen desperdicio.

El problema de leer esta buena literatura, llamada de viaje, es el riesgo de decepcionarse con el entorno o la compañía actual. Musaka para microondas. Ahora las casas cicládicas se alzan con cemento en unas semanas y se pintan como antaño para dar continuidad. La simpatía de los camareros, la supuesta hospitalidad griega, se disuelve entre los dos equinoccios bajo el peso de la moneda europea, el nuevo astro rey.  Dijo el mismo Elytis: “Descomponer a Grecia y veréis que al final no quedará más que un olivo, una viña y un barco. E igualmente, con los mismos tres elementos podréis recomponerla”. El primer componente es el elemento natural, en el segundo aparece la modificación hecha por el hombre y el tercero es pura creación humana. Bien que se me antoja ahora la moneda del euro como el cuarto.


Hay muchas cosas que te pueden dejar mal sabor de boca en la Grecia actual, y eso da pena después de una ración de jorta con aceite y limón. Servilismo, agobio, descuido, depresión, todo aquello que falta en la naturaleza de la Helade se hace presente en sus habitantes, sobre todo en la capital. El país esta siempre al borde de venderse, de convertirse en parque temático para jubilados, en estado nazi, de salir de Europa, de cerrar sus universidades, su televisión pública, de quedarse sin fármacos. Colegios sin tinta ni parné pa los maestros y con los niños mas obesos del continente. En términos occidentales una mierda de país, vamos… y aun así,…ahí sigue maldita sea, y lo interesante es que aun siga estimulando cabezas. Un periodista de El país escribió hace dos años una frase tremenda: “En Grecia lo único que va a quedar de pie son sus ruinas”. Merece una reflexión. Por mi cuenta, nunca se me hizo tan evidente como este verano aquello que ha salvado a este país de su absoluta explotación: la aspereza, lo jodido de su relieve. Montañas yermas, islas como espinas, vientos, paredes inmensas de piedra, arbustos inclinados, costas que no lo son. Todo esto y solo esto es la bendición del egeo, de hecho… mar que tomo su nombre a partir de un suicidio vano. Poesía.

Estos fragmentos del  L’Été grec satisfacen a la cuestión inicial de ¿qué puñetas buscamos allá?, ¿de que esta hecho el busto que dolía las manos de Seferis?




"VIII. A TRAVERS L'ARCADIE.



Il y a en grec des mots dont les syllabes m'ont toujours fait rêver. Magie des sons d'abord, de résonances, d’échos inhabituels à nos lèvres romanes.


…Rhadamanthe, Èrymanthe, Atalante,
Olynthe, Amarynthe, Tyrinthe,
Rhamonthe, Amathonte, Phlionte…


Si je m’amusais à décortiquer les consonances et les phonèmes de ces mots, il serait facile d’en faire apparaitre le commun dénominateur : ces suffixes en –ante, inthe, -onte qui tous trois, par leurs voyelles sourdes, sont comme l’écho d’un autre son, d’in autre mot, absent, invisible ou inentendu…

…Il ne faut pas confondre les livres qu’on lit en voyage et ceux qui font voyager. Les livres ne sont pas seuls, mais également les mots, a receler l’étrange pouvoir d’agir sur nos désirs et sur nos actes. Ainsi encore du mot STYX. Ce n’est pas seulement l’histoire, la légende attachée à ce mot qui furent à l’origine de l’attraction qu’il exerça sur moi. Ses lettres insolites y ont joué le rôle essentiel, insolites et sonores comme un sombre cristal, un quartz noir, enfermant l’écho des cavernes, STYX, comme stalactite qui se brise. Ou aussi cet autre mot grec NYX, qui signifiait la nuit et dont les deux dernières lettres –comme celles de STYX- peut être parce qu’elles inversent pour nous l’ordre courante de l’alphabet et qu’elles doublent inutilement le son, ont une résonance à la fois étrange et lugubre qu’on retrouve précisément dans nombre de mots évoquant la nuit ou désignant des animaux nocturnes –stryx, lynx, bombyx.

Le STYX était un fleuve qui coulait aux Enfers. Il était fils de NYX (la nuit) es des ténèbres. Et comme ce nom –en tant que nom commun- signifiait aussi froid glacial, frisson, horreur, on voit que ce nom débordait de connotations : nuit, froid, glace, frisson … »


murallas ciclópeas de Tírinthos

El poder del sonido de las palabras siempre me ha parecido un recurso sobrevalorado, sostenido solo por la sugestión y sin apenas valor real. Sin embargo, esa cadena de sucesos fonéticos que describe Lacarriere me puso los pelos de punta, pues no pude más que recordar con él la misteriosa emoción que siempre he sentido al pronunciar ciertos nombres, sobre todo ciertas combinaciones de sílabas,  como las expuestas -ante, -inthe, -onte.

Cuenta el autor que lo más cerca que estuvo jamás de la Grecia antigua fue una tarde en una playa de Evia, en una cala que no tenía nada de especial, sin ruinas a la vista ni historia conocida ligada. Estaban allí unos chavales jugando a coger cangrejos cuando uno de ellos le pregunto al otro si el animal estaba herido de muerte. El otro le respondió “Jaropalevi”, literalmente “luchando contra Caronte”. Milagro de palabra, cargada de toda una historia olvidada y pronunciada naturalmente por dos niños jugando. El término no figura en griego antiguo pero está formado por dos palabras que existían en la antigüedad: Caronte, nombre del barquero quien, entre las orillas del Aqueronte pasaba los muertos a los infiernos, y palevo –luchar, combatir- que viene directamente del término antiguo palaio. Le combinación debe pertenecer a la llamada lengua acrítica y más precisamente a los cantos de Digenis.

A mi entender, para los filohelenos  Grecia no existe en realidad. Es un lugar en su mente, un patrimonio universal que en otras culturas toma otros nombres. E idioma y teatro son los únicos vehículos dignos que quedan para vislumbrarlo. Una tarde, una sola tarde bien avanzada, anocheciendo, frente el teatro de Epidauro puede hacerte olvidar todo. Da igual que haya gente o estés solo. Tras las últimas gradas hay pinos que puedes escuchar desde abajo. Puedes oír incluso como se escapa el viento entre las hojas de la tercera y cuarta fila de pinos más allá del teatro. Esas gradas de frente durante un minuto hacen la historia muy evidente. Y hablando de filohelenos, resulta que muchos escritores dejaron de viajar a Grecia a partir de la década de los 70, cuando el turismo masivo cambio al país. Entre estos Jacques Lacarriere y Lawrence Durrell que decidieron no volver y guardar sus recuerdos intactos. Fue curiosamente Durrell el primero en proponérselo, diciéndole una y otra vez a Lacarriere “Haced como yo, no regreséis jamás. La Grecia de hoy, para nosotros, sus viejos amantes, es como Eurídice para Orfeo. Si volvemos a ella, la perderemos para siempre. Cambiar de amor, cambiad de vida, descubrir otras tierras, otras Eurídices…”

Y dije curiosamente pues fue el mismo, Durrel quien se desdijo a sí mismo, enviándole una cachonda carta nuevamente a Lacarriere que decía “Mea máxima culpa. Sí, he vuelto a Corfu. No pude aguantarme de regresar a mis antiguas pasiones. Pero, si os digo toda la verdad, he sido bien castigado pues he encontrado una Eurídice bien cebada”

Después de recibir esa carta, el autor de El verano griego volvió a Atenas y siguió escribiendo, lo malo, y lo bueno. Sus últimas palabras en el libro se asemejan mucho a la canción aquella de Nikos Gatsos que postee hace tiempo dedicado a Persefone y Eleusis, se llamaba… si, la Pesadilla de Persefone. La hija bastarda de Zeus y Demeter que se convirtió en reina del Hades, del que tenía que entrar y salir –en Eleusis estaba esa puerta- una vez al año dando lugar así a las estaciones. Las que traen a los turistas.