La que Seferis no quiso conocer |
La historia de esta imagen bien podría ser la siguiente: una
en la que participan un puñado de poetas, una gitana llamada Esmeralda, Marsella
y un poema. Además, resulta que es cierta.
Año 1937. Kavadías, joven marinero raso que desconocía por
aquel entonces el uso del telégrafo pero no los versos, frecuentaba el puerto
de Marsella, sobre todo el Quartier du Panier, el barrio de las putas. Por otro
lado, Seferis, entonces cónsul griego en Korçe (Albania) viaja a Marsella en el
mismo barco que S. Tsirkas y su mujer. Seferis viaja por asuntos de trabajo,
ellos dos de luna de miel y para participar más tarde en el II Congreso Internacional de Escritores por
la Defensa de la Cultura y contra el Fascismo, en París. Allí Tsirkas
escribirá junto con el escritor L. Hughes el “Juramento de los poetas a
Federico García Lorca” leído en el Congreso por Louis Aragón (y ya van 6 los
poetas).
Kavadías
junto con su amigo Pipos -el testigo de toda esta historia- quiso recibir a los
dos poetas y les llevo a todos a una casa de campo en las afueras de Marsella, donde
se quedaron hasta que tuvieron que volver al puerto para despedir al matrimonio
que partía para el congreso de París.
Una
vez que Tsirkas y su mujer partieron, quedaron por tanto tres: Kavadías, su
camarada Pipos y Seferis, quien tenía que acudir a la embajada griega de la
ciudad para luego hacer lo mismo con la análoga de Londres. Al constatar que el
retraso era inevitable y que el día ya estaba perdido para Seferis, los
marineros propusieron una visita a los “secretos de Marsella”. Entre los cuales
se incluía la gitana Esmeralda.
Bien,
de Esmeralda, como era de esperar, se sabe poco. Nada de particular a
primera vista aparte de su nombre y su mal genio. Si que se sabe y con detalle,
que llegó a ser muy malvada en un trayecto que hizo a Londres, junto con una amiga
marroquí acompañando a los dos marineros. Por lo visto a punto estuvo de matar a
su amiga con una navaja escondida en su falda debido a que ésta le recriminó
querer engatusar a su hombre (Pipos) y a todo el barco y no bastarse con el
suyo (Kavadías). Cosa que era totalmente cierta. Cuando Kavadías se enteró de
lo ocurrido se lo pregunto a ella y obtuvo silencio. No se olvido de esa
historia…
-A
las putas en los burdeles las llamamos “públicas”. A las demás, las que están
fuera ¿cómo tenemos que llamarlas? Encuéntrame una palabra - Le dijo esa noche
a Pipos
Volvamos
a Marsella. Montaron los tres en un taxi hacia Rue des Phociens. En el trayecto Seferis se percató del inusual
camino que tomaban y se puso nervioso
-Es
el barrio de los burdeles- Le dijo Kavadías y le invito a entrar a un bar a
conocer Esmeralda. Seferis enfureció y aguantando la cólera les dejo en el
taxi. Se marcho todo lo educadamente que pudo, según recuerdan. Tras esto,
pasaron años hasta que Seferis y Kavadías volvieran a hablarse. La amistad se
retomó tras una dedicatoria. Aquella que Kavadías dejo al pie de su poema “Esmeralda”
cuando se publico la colección de poemas “Pousi” en 1947.
Esmeralda
Toda la noche le regaste con el vino
de Midas
y el faro le alumbraba con tres
centelleos.
Al lado, el cabo segundo con larga
trenza pirata
y lo largo el oscuro puerto de Gabés.
Al alba te besó el ahogado
y cuando despiertes con dos campanadas
te ahogaras.
En cada caricia un nudo más se aleja
ensangrentado
de la señal de la vieja herida
china.
El papagayo te mando por vez última
el saludo
y tosco respondió por la tubería el
maquinista
Lanza a las olas tu antiguo y
oxidado puñal
y tira sola al mástil de proa a
colgarte.
Detrás escribe la hélice al partir
“te delato”
y la polea se lo resopla chirriando
al timón.
No huyas ¿dime, lo ahogaste una
noche en Londres,
o en las sucias aguas de algún otro
puerto?
Despiertan firmes los marinos de las
profundidades
para tus cabellos por siempre
peinar.
Afila aquellas espadas del habla que
tanto me gustaban
y vuelve con las focas en la cuevas
allá.
Tres días con clavos y tres los que te
clavaron
y tú con las palmas empeñádamente
cerradas
Última vez y en vano conjuraste al
tifón
que nos lleva a casa a nosotros los
marineros.
Tardé en darme cuenta de que hablaban estos versos.
Si no me equivoco, Esmeralda, una mujer que
aun ejerce un gran poder sobre los hombres pero probablemente despechada, ahoga a su hijo a escondidas, lo
que enfurece a toda una tripulación, al barco mismo y las profundidades.
La canción homónima en el Tocap3 esta a la altura.
Nota: La mujer de la foto es la actriz Sara Bernhardt. 1891.
La canción homónima en el Tocap3 esta a la altura.
Nota: La mujer de la foto es la actriz Sara Bernhardt. 1891.
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